novae
Este es un libro singular. No sólo porque el prólogo tenga más palabras que el propio cuerpo del libro, sin atender al hecho de que tenga un prólogo, lo que no es
habitual en un álbum ilustrado. Ni porque, en vez de seducir al lector con variadas imágenes y distintos planos y puntos de vista, parezca en cambio repetir siempre los mismos como un mantra. Ni
por el modo en que se presenta la realidad; abstraída y que tan sólo emerge después de un tiempo de contemplación. Ni porque esas ilustraciones geometrizantes sean algo inusual en libros para
niños… También porque no plantea una única lectura lineal de principio a fin, si no que admite tantas como lectores y estados de ánimo. Y porque nos hace dudar de nuestros sentidos, de nuestra
percepción de las formas, del tiempo y del espacio. Y por el modo en que las sorpresas se presentan, más que como un llamativo fuego de artificio, como una suerte de iluminación interior que
ocurre después de un tiempo de meditación.
Creo que es a partir de esto último sobre lo que se edifica un libro y sus múltiples miradas: el fenómeno de la emergencia. Al igual que las imágenes afloran tras
enfrentarlas con mirada activa, los elementos y el modo en que se revelan y se relacionan entre ellas, acaban adquiriendo la cualidad de lenguaje y como tal aprendemos a entenderlo y
utilizarlo.
Una nueva conciencia emergida de la contemplación y de la la propia curiosidad, del deseo de entender y el disfrute de aprender. Este es un libro que incide
particularmente en este aspecto, hecho para contemplar sin premura de tiempo, para navegar de manera errática sin atender a códigos de lectura unidireccionales, para abrirlo una y otra vez y
reencontrarte de nuevo en ese lugar que cada vez es más familiar, más tuyo.
Si acaso necesitas guiar a tu hijo, sobrino, ahijado, hijo de vecino o cualquiera que sea tu relación con ese congénere bajito y curioso al que quieres seducir con
estas páginas, si acaso necesitas orientarle porque ha perdido la capacidad de ensimismarse con otra cosa que no sea una pantalla, explícale todo esto de manera sencilla. Que indague en cada
elemento yendo delante y atrás una y otra vez, que descubra todo lo que esconde el follaje, que lea el texto si le apetece y establezca su relación con las imágenes, que se interrogue y adivine
sus múltiples significados.
Tras descubrir a donde se dirige la mirada del cocodrilo desde la primera escena y su misteriosa desaparición una vez que pierde su alimento por el pico de una
grulla, tras descifrar el misterio de esa palmera parásito que se enrosca en la otra que a la vez se confunde con una enorme serpiente, esa serpiente que adivina antes que nadie la presencia del
peligro y se agita haciendo que el mundo se tambalee, esas cañas que son una puerta de entrada donde cada vez nos sorprende algo distinto que se suma a la acción… tras descubrir el misterio de
esa selva capaz de llorar como el protagonista de madera y tantas otras cosas que a tu pequeño se le habrán de revelar en su propio vagar, habrá conseguido algo más que un tesoro: cartografiar el
mapa que conduce a él.
ilustraciones